Feather


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Uno, dos y con absoluta inseguridad, tres pasos que lo llevarían a caer rápidamente en esa inmensa piscina. La caída fue prolongada, la inmersión violenta. El peso de su cuerpo lo llevó a hundirse durante varios segundos, algunos minutos. Nunca pudo tocar fondo. Fue la falta de aire lo que lo llevó a empezar a agitar como aspas diabólicas esos brazos cansados, intentando alcanzar la superficie, alejarse de la oscuridad propia del fondo para rozar levemente el brillo del sol sobre el agua. Intentando sobrevivir a esa primera inmersión. Levantó la cabeza lo más que pudo. El aire en sus pulmones era escaso, insuficiente, rompió esa barrera de luz y pudo respirar. Gotas incontinentes de agua bañaban su rostro, los ojos cerrados, los dientes apretados. Intentó abrir los ojos, pero al hacerlo nada cambió. La profundidad del agua seguía ante él. Abrió la boca tratando de tragar todo el aire posible y cuando quiso gritar no pudo. Ningún sonido, ni siquiera un pequeño lamento o gemido salió de esa boca partida. Al verse así, pasaron eternos minutos mientras recobraba la calma, flotando en esa oceánica piscina, pesado como una pluma. Las piernas agotadas se movían cada vez más lento y el corazón deseaba fuertemente dejar de latir. Lo deseaba con todo su corazón.

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