Volviendo al futuro. La dignidad, los cojudignos y el quiebre de los valores.


En el mes de marzo del año 2009, a poco tiempo de haber concluido mis estudios fuera del país y ya estando nuevamente recolocado en mi sociedad, decidí abrir un blog. Quizá atendiendo a algún llamado interno que siempre estuvo ahí, pero que muchas veces acallé por más de una razón.  En esa época, las preocupaciones predominantes estaban enfocadas en el contexto político internacional producto de mis vivencias en otro país y el contacto directo con la multiculturalidad que te da vivir en el viejo continente. Sin embargo, al poco tiempo ya el llamado local y el contexto social, político y económico del Perú, hicieron su trabajo. Me reenfoqué (sin dejar siempre de estar pendiente del “más allá”). Ahí nació presionanimal, ese llamando de la bestia interna que todos tenemos dentro y que cada uno doméstica o intenta domesticar a su manera.

Hoy, agosto de 2021, 12 años y 5 meses después, leo con nostalgia y simpatía aquellas líneas, que bien o mal escritas, confirmaron siempre al mismo individuo. Veo con alegría y tranquilidad, que ese animal sigue siendo igual, fiero y rebelde, pero reflexivo y constructivo. Siempre creí que el proceso personal de reflexión era pieza fundamental en cualquier proceso constructivo. Artístico, político, social, emocional y hasta empresarial.

Hoy, agosto de 2021, retomo el hilo de la conversación introspectiva en un escenario que no es el mismo, pero es igual (parafraseando a Silvio).

Sin duda, uno de los procesos políticos más intensos, problemáticos y complejos de los últimos años, ha sido la elección presidencial de abril de 2021. La atomización de partidos políticos dividió enormemente las tendencias políticas entre varios candidatos en la primera vuelta, resultando en una segunda vuelta con dos candidatos muy poco representativos del Perú y sus ciudadanos. A partir de ahí la batalla empezó. Se dio inicio a un dramático y sangriento baile de extremismos, etiquetas, bipolaridades y fraternales enemistades. Solo había 3 opciones: votar por el candidato carente de toda experiencia, idoneidad y con fuertes vínculos con partidos y organizaciones de extrema izquierda que coquetearon con organizaciones terroristas; votar por la eterna candidata de derecha, procesada por graves delitos de lavado de activos, corrupción, etc., con un pasado vinculado a organizaciones del narcotráfico; votar en blanco o nulo. Vivimos intensas semanas donde ambos extremos empujaban con fiereza a todo aquel que se pusiera en su camino a favor de sus intereses o por lo menos del interés que creían representar. Ambas posiciones se apoderaron de símbolos patrios, de factores comunes y hasta de la identidad nacional para alegar que su causa era la causa noble, la causa justa y quien no estuviera a favor de esa causa, era automáticamente un traidor, un inconsciente, un miembro del bando rival, un digno. Ahí se instauró lo que yo llamo, el funesto código binario social.

Cuando escuché por primera vez que la dignidad se había convertido en un insulto, quedé espantado. Cuando me di cuenta que el caos electoral, político y social que estábamos viviendo, había llevado a niveles de desesperación y violencia psicológica tales que la dignidad se había convertido en un lastre, me di cuenta que algo se había roto. Algo que nos llevó a un lugar del que nos va a costar mucho regresar. Aquel que había decidido votar por la opción de izquierda, era un terruco, aquel que había decidido votar por la derecha, era un fascista y aquel que había decidido no votar a ninguno de los dos, era un cojudo, un digno, un cojudigno. Y curiosamente hoy éste último es el principal señalado de la causa de todos los males que nos aquejan y que en realidad tienen como causa, un sinfín de motivos con más de 200 años de antigüedad republicana y miles de años de conflictiva historia social.

La dignidad, a mi entender, es una de las pocas cosas que los seres humanos tenemos en lo más íntimo de nuestros fueros y que nos permite regirnos en el actuar diario hacía la ruta correcta. El honor, la dignidad, la entereza no pueden ser concebidos como algo trivial, inoportuno e innecesario, por más que ello pueda parecer motivo de discrepancias o votos inconscientes. Un ciudadano sin dignidad, hace un país sin dignidad. Y qué sería de un país sin dignidad, sino un puñado de personas agrupadas territorialmente, dispuestas a hacer, decir o dar cualquier cosa en función del contexto, la necesidad o la oportunidad (la corrupción). Ceder tu dignidad, es ceder tus principios, es ceder tus valores. Es perderte y venderte como ser humano.

A ese grupo de votantes, que no hipotecaron sus convicciones, que pese a estar inmersos en una monstruosa presión de extremos, decidieron mantener su voto de conciencia, el país se los agradecerá en su debida oportunidad. A esos -que los confundidos y engañados llaman tibios, indefinidos, acomodados o cojudignos-, les digo personalmente que son la solución, el futuro y la pasión. Pero a esos mismos también, los convoca hoy la patria. Para enfrentar a quien haya que enfrentar, para defender la República, la Patria y su dignidad. Para defender al que no puede defenderse, para combatir en democracia con los poderes políticos que se opongan a ella. Ya sea el enemigo la extrema izquierda o aun si hubiese sido la extrema derecha. La República requiere una reconstrucción profunda, basada en una conciliación de ideas, intereses y dignidades. No se pude re conciliar lo que nunca estuvo conciliado, y la República del Perú, en sus 200 años de fundación, nunca consiguió conciliar y armonizar su sociedad, a sus individuos, a sus ciudadanos, en un abrazo profundo que permita el respeto a la diversidad de diversidades.

A esos ciudadanos, un fraterno abrazo de paz en democracia y toda la fortaleza necesaria para emprender la enorme batalla que nos espera y que el Perú nos demanda.

Por cierto, a quien ejerció su voto por alguno de los dos candidatos, sin convicción, actuando por miedo o confusión, también le estrecho la mano y le doy la bienvenida a este mi Centro Republicano, que siempre estará dispuesto a recibir a quien quiera construir, en democracia y con dignidad.

Y a los otros….también.

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