Cuando la causa no es sino la consecuencia


Columna publicada en Diario Perú21. 22/09/2021. https://peru21.pe/opinion/opinion-hernan-diaz-cuando-la-causa-no-es-sino-la-consecuencia-noticia/.

Derechos de imagen: Diario Perú21.

Partir de la premisa de que el actual presidente de gobierno y el partido político que lo llevó a ocupar la Casa de Pizarro son el origen de los enormes problemas que tendremos que afrontar como país, no es más que una simplificación extrema de la realidad peruana contemporánea. La triste puesta en escena que vemos diariamente no es la causa, es la consecuencia, aunque pocos lo adviertan. Es evidente que el tener en los dos principales poderes del estado a personas (tanto de izquierda como de derecha, si queremos usar esa dicotomía tan de moda) no solo incapaces para ocupar los cargos para los que fueron elegidos, sino además con evidentes vínculos con grupos terroristas o proterroristas, ha puesto el futuro de todos los peruanos en gran incertidumbre y, sobre todo, en una latente inseguridad.

Pero como digo, ninguno ha llegado a esos cargos por la violencia o la toma autoritaria del poder; todos ellos han sido elegidos. Elegidos si bien no por grandes mayorías, sí por una cantidad significativa de personas que, producto del hartazgo, rebelaron su voto y protestaron en las urnas. Es nuestra obligación voltear la mirada por lo menos unos 30 años atrás, aunque perfectamente podríamos hacerlo con una mirada bicentenaria, y preguntarnos qué se ha sembrado para cosechar este caos político y social. ¿Qué no hemos hecho correctamente para que, aun teniendo unos indicadores económicos envidiables por nuestros vecinos de la región, asombrosa estabilidad fiscal y monetaria, un dólar estable, una inflación controlada, una reducción de la pobreza constante, aunque ciertamente variable, entre muchos otros elementos de lectura macro nacional, nuevamente nos encontremos en un escenario que nos llevará, casi con total seguridad, a un retroceso gigantesco en todos esos supuestos grandes avances? ¿Por qué aún mantenemos un voto tan discordante entre poblaciones que viven en las zonas andinas de las que viven en zonas costeras, especialmente en la capital?

La respuesta no es única y mucho menos sencilla. Pero recurriendo al concepto tropicalizado (por el actual procesado Alejandro Toledo y otros muchos políticos y economistas más) y ampliamente estudiado por Stiglitz y Krugman, el “chorreo” no fue la solución. Creer que el mercado se encargaría de corregir las externalidades y desigualdades de un país dividido y fragmentado como el Perú ha sido un craso error. Porque el Perú no es Lima. Porque Lima no es el Jirón de la Unión. Porque el Jirón de la Unión no es el Palais Concert, aunque Valdelomar me diga lo contrario.

Cuesta ver con claridad cuando aún el humo de las bombas lacrimógenas no se ha disipado y cuando aún las mesas familiares están divididas entre unos que hoy se reconocen y reivindican como la nueva voz de la patria, otros que se aferran a su conciencia y otros tantos que se autodefinen como los nuevos llamados a defender la democracia. Una democracia, por demás endeble y lastimera, basada en instituciones impregnadas de corrupción y tremendamente vulnerables al vicio del poder. Creer que somos un país democrático porque los gobernantes se eligen en las urnas es otra muestra de nuestra flojedad mental. Una democracia sin participación y deliberación no es más que un modelo débil y vacío, famélico y condenado a una muerte lenta y segura. Muerte lenta que nos augura el sendero que hoy nos alumbra.

Hagamos ese mínimo esfuerzo. Disipemos la nube. Volteemos la mirada si queremos ver un futuro y no una utopía.

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