Uno puede tener una aproximación con respecto al centro político desde diferentes ángulos. Se puede entender (i) como un espacio políticamente equidistante entre dos fuerzas preponderantes como son, el (neo) liberalismo y el socialismo (por hacer referencia a dos de las familias ideológicas más conocidas); un espacio que reúne y concentra a quienes por diferencias menores no consiguen posicionarse plenamente en cualquiera de esas dos corrientes y optan por moderar su discurso, es decir, un punto medio; en suma, un espacio que aglutina ciudadanos disconformes con su verdadero pensamiento político; (ii) de igual manera como un espacio político que se aleja de extremos tanto de derecha como de izquierda donde quienes se definen como moderados se encuentran y por contraposición se alejan de pensamientos extremistas o radicales; (iii) como un espacio neutral, que toma una posición más liberal o social según sea el contexto o la coyuntura e incluso para muchos (iv) como algo inexistente donde se establece que se es de derecha o se es de izquierda, con todas las variaciones que al consumidor ideológico se le ocurran, pero que a fin de cuentas, el centro como tal, no existe.
Todas esas premisas y postulados son categóricamente errados. Ni es un espacio vacío que se llena de liberales y socialistas moderados, ni es un lugar donde confluyen los neutrales, que se acomodan en función a las circunstancias; mucho menos, un espacio político inexistente.
Antes de entrar en materia creo que nos sería muy útil saber que la identificación de la ideología conservadora como de derecha y por el contrario la ideología progresista como de izquierda es producto de una situación histórica particular. En agosto de 1789 Francia se debatía en una disyuntiva particular producto de la gran revolución: cuánto poder debía tener el Rey (Luis XVI). El 28 de agosto de 1789 la Asamblea Constituyente debía votar sobre esa materia. Cuenta la historia de un debate muy acalorado entre quienes eran seguidores de la Corona y por tanto querían conservar el absolutismo y quienes querían limitar el poder migrando a un sistema constitucionalista (Monarquía Constitucional) con fuerte presencia del Parlamento y de esa manera limitando los poderes del Rey; es decir, un cambio o progreso en esa figura de poder. Dada la fricción en el debate quienes eran leales a la Corona se sentaron juntos a la derecha del Presidente de la Asamblea, y quienes buscaban el cambio decidieron sentarse juntos a la izquierda. La votación concluyó con 673 votos a favor del progreso (quienes estaban a la izquierda) contra 325 votos de quienes querían conservar los poderes absolutos del Rey (sentados a la derecha). E ahí la asociación de derecha para conservadores e izquierda para progresistas.
De regreso hasta nuestro días, debo empezar con una afirmación categórica: el centro político existe. Existe conceptualmente, por definición, con identidad propia ideológica y doctrinaria. Definir la identidad política de un ciudadano como de centro supone que dicha identidad esté alineada con preceptos, principios, valores y dogmas políticos específicos. A efectos de este documento, nos centraremos en el centro político republicano.
Un republicano, ubicado en ese espectro espacial que denominamos centro, requiere asumir como propios ciertos elementos fundamentales y no-negociables de un verdadero centro republicano, tales como (i) entender que la soberanía y el poder residen en la ciudadanía y que solo se delega mediante un mandato representativo en un grupo de personas, quienes de manera temporal y en base a ese mandato, ejercen el poder siempre en pro y de cara al soberano; (ii) el asumir un compromiso de acción para participar en los asuntos de orden público; (iii) asumir la condición de iguales en derechos y deberes de todos los ciudadanos, así como en términos de dignidad y libertad; (iv) rechazar toda forma de dominación o discriminación frente a las minorías; (v) entender que un republicano de centro siempre defenderá la institucionalidad de los órganos del Estado; (vi) respetará y promoverá el imperio de la Ley sin distinción; (vii) actuará con coherencia entendiendo que los derechos individuales y la libertad de cada ciudadano no se superpone a la acción colectiva, sino que por el contrario, se complementan; (viii) un republicano de centro entiende la prioridad de darle suma importancia al cuidado del medio ambiente y la biosfera, no permitiendo que el desarrollo del capital se imponga en perjuicio de la conservación de los ecosistemas; (ix) priorizará siempre el talento de sus ciudadanos y ciudadanas, entendiendo la necesidad de buscar el desarrollo pleno de las capacidades de todos y cada uno de los ciudadanos, sin distinción.
Ampliando los elementos previamente mencionados podemos definir claramente una posición política de centro en tanto que ésta pone como sujeto principal de la acción política a la comunidad, no al individuo en particular, ni a clases sociales, obreras, campesinas ni de ninguna otra índole en especial. En términos económicos, promueve la libertad de empresa y el ejercicio de toda libertad económica que permita un desarrollo patrimonial como fruto del mérito propio, pero de manera particular, el centro republicano se ocupa del desarrollo de los espacios públicos en tanto que es en dichos espacios donde la comunidad se reunirá para ejercer libremente su ciudadanía y todos los derechos que le asisten, siendo siempre consciente de sus obligaciones dentro de la comunidad. De manera complementaria y fundamental, el centro basa su identidad en una democracia deliberativa y participativa. Es decir, requiere que el sujeto principal -que como decimos es la comunidad en su conjunto-, manifieste su ciudadanía participando activamente en los asuntos públicos y no solo en los de su interés particular. Requiere que se ejerza deliberación en espacios de discusión y debate donde el ejercicio del poder se pondrá de manifiesto y por el contrario se aleja de toda pasividad donde se evidencie un desinterés por los asuntos del “otro” y dejando que sean “otros” quienes finalmente tomen las decisiones de orden público que, en buena cuenta, afectan el destino de todos y cada uno de los miembros de esa comunidad.
En términos de intervención estatal, reconoce su necesidad en tanto y en cuanto debe ejercer un rol corrector respecto a los fallos del libre mercado, en aras de corregir las imperfecciones del mismo y contrarrestar las desigualdades de origen que no permiten el pleno desarrollo de las capacidades de los ciudadanos menos favorecidos.
De igual manera y como una característica principal, el centro republicano siempre, como una condición sine qua non, se desarrollará en un sistema de gobierno democrático, no permitiendo bajo ningún escenario la existencia de totalitarismos, oligarquías dominantes ni caudillismos que permitan el ejercicio del poder en beneficio de intereses particulares y por ende se aleje del mandato de representación que la ciudadanía le otorgó en su rol de soberano del poder.
En términos del ejercicio de la función pública un republicano de centro siempre tomará partido por decisiones legislativas o ejecutivas que se alineen con su pensamiento político, pudiendo o no coincidir con decisiones de otras ideologías –ya sean liberales o socialistas-, pero no al contrario. No es el votante de centro quien se alinea con la derecha o la izquierda en determinados momentos, sino como digo, son los pensamientos de derecha o de izquierda los que se identifican con la identidad del republicano de centro y votan con él.
Como podemos apreciar, el centro político no es un espacio vacío que se permite llenar con elementos relativos de otros pensamientos políticos, sino muy por el contrario, es una doctrina definida que por contraposición a los pensamientos denominados de derecha o de izquierda supone un nivel de radicalismo – como sujeción a la raíz- muy importante, donde sus miembros deben ejercer sus derechos y obligaciones con coraje y valentía en defensa siempre de sus propios ideales, valores éticos y principios soberanos.
A mi entender, elegir la opción de pertenecer a un centro democrático y republicano, supone mucho más valor y compromiso que dejarse llevar por extremismos intolerantes donde en ambos casos, derecha o izquierda, el planteamiento político supone el no reconocimiento de ninguna otra opción como válida, donde destruir es más fácil que construir y sobre todo, donde la defensa de los sistemas democráticos no es una prioridad, sino por el contrario se es altamente permeable a dictaduras, caudillismos, mercantilismos y/o corrupción.
Si queremos llevar dicho pensamiento político a escenas pragmáticas y cotidianas podemos decir que:
- El ciudadano de centro promueve el libre marcado con participación del Estado para corregir las desigualdades.
- EL ciudadano de centro se preocupa por la comunidad, no por los individuos.
- El ciudadano de centro no espera que otros resuelvan los problemas del país, es activo y se hace cargo y responsable de esos problemas.
- El ciudadano de centro busca crear instituciones y no caudillos.
- El ciudadano de centro construye de abajo hacia arriba, y no al revés.
- El ciudadano de centro promueve una democracia deliberativa y participativa. Es decir, una democracia donde todos tengan voz y voto en condiciones de igualdad.
- El ciudadano de centro no decide por ti, te deja decidir tu propio destino.
- Para el ciudadano de centro todos somos iguales en derechos y deberes.
- Para el ciudadano de centro, todos tienen derecho a elegir sobre sobre propio destino. No impone una religión, ideología, orientación sexual ni identidad específica. Respeta la identidad personal de todos.
- El ciudadano de centro respeta no solo al individuo y la comunidad sino la biosfera y el medio ambiente como fuente natural de provisión de recursos.
- Los ciudadanos de centro basan su actuar en valores éticos y en principios universales.
- El ciudadano de centro aboga por la competencia y la meritocracia, pero basada en una cancha plana, es decir, donde todos puedan competir en igualdad de condiciones.
- El ciudadano de centro promueve la creación de riqueza, pero prioriza la creación de espacios públicos, que es donde la comunidad se encuentra para compartir, construir y en última instancia donde la ciudadanía encontrará la felicidad de sus miembros.
- El ciudadano de centro se aleja de los extremos destructivos y enfoca sus esfuerzos en construir un centro republicano y democrático donde todos tienen cabida en igualdad de oportunidades y en dignidad.
- Para un ciudadano de centro no es más importante el yo que el nosotros.
- Ser un ciudadano de centro político requiere mucho más compromiso, valor y coraje que dejarse llevar por corrientes de extremos facilistas y destructivos.
- Ser de centro, es lo que necesita el Perú, el Perú Republicano.
