Colca, 27 de junio de 2026
Querida Francine,
Dos noches atrás, empezaba la lectura del tercer libro de tu autoría, Une république en attente y mientras leía reconozco que mi capacidad de concentración era cada vez menor. Ello porque mientras la introducción del libro discurría frente a mí, no podía evitar crear diálogos paralelos comentando cada línea, cada frase. Creo que una de las mayores riquezas de un buen libro, está en el debate y la conversación que éste es capaz de generar a posteriori. Claramente mi interlocutor era la autora, a quien yo tímidamente le hacía llegar mis opiniones y apreciaciones sobre los temas tratados. Así las cosas, vino a mi mente el género epistolar. Recordaba el carteo entre Rainer Maria Rilke y Franz Xaver Kappus, obra a la que pude acceder gracias a mi profesor de poesía en la universidad (yo estudié filosofía, pero por las tardes asistí a un taller de poesía). Imaginaba inclusive, esa ida y vuelta de escritos con un interlocutor abstracto, un monólogo disfrazado de diálogo, creando una pequeña ficción de y para mí. Sin embargo, opté por la aventura de enviarte esta primera carta, directamente.
La vorágine social y política que hoy satura la mente de los peruanos y peruanas y de la que no soy excepción, me llevó a buscar la forma de entender de mejor manera el origen y las causas de las grietas sobre las que esta nación transita. Escuché por primera vez una de tus entrevistas en Canal+ y encontré algo que en nuestro contexto es extremadamente escaso: claridad. Esa entrevista me llevó a tu libro L’homme et ses fantômes, y éste a Histoires de révolution, para terminar, por ahora, en Une république en attente. En cada uno de ellos, que tengo la fortuna de tener dedicados por la gentileza de nuestra amiga en común, encuentro pasajes de luz en ese mar de oscuridad que es el devenir histórico de nuestra República.
Personalmente hoy encuentro al Perú, como un país irreconciliable; sin embargo, me es difícil también hablar de reconciliación en tanto que a mi entender el Perú y las múltiples naciones que lo conforman, nunca estuvieron realmente conciliadas. Este concepto de país fracturado encuentra parangón en el concepto de república agrietada, fallida o inconclusa. Eso nos lleva a pensar que el proyecto republicano quedó trunco en estos más de 205 años y quienes tuvieron en sus manos la construcción del sueño republicano, equivocaron el norte, apuntando a mi entender, siempre hacia destinos personales y egoístas; militares y civiles siempre fueron presa del inefable poder que todo lo compra y todo lo corrompe. Situación que se dio en 1872 -por ejemplo- y que se da hoy en Palacio de Gobierno. Prendo el televisor y veo “en medio de esa multitud a los hermanos Gutiérrez, buscando el derrocamiento de Balta”, esperando la llegada del caos como forma de gobierno y apuntando a consolidar un movimiento anarquista que todo lo permita, mientras ellos sean directamente beneficiados del nuevo orden, que el caos genere. Veo al Califa, Nicolás de Piérola, intentando dar un golpe de estado y fracasando en su primer intento. Veo a los decimonónicos en otros rostros, con otros nombres.
Si entonces, la República peruana es un proyecto inconcluso y las decenas de fórmulas que se han tratado de gestionar han concluido una tras otra en fracaso, ¿podemos plantear un escenario de reformulación o refundación de la República peruana?, ¿cuán alejada estaría esa idea de una República Federada, o inclusive de una asamblea constituyente que marque nuevas reglas, principios y estructuras?
Todas ellas preguntas que me asaltan y que evidentemente tienen respuestas esquivas; pero no por ello, creo que carezcan de sentido, más aún cuando la vida que nos convoca nos obliga a replantearlo todo, ya que, para muchos ese todo, carece de sentido.
Imagino estimada Francine que, entre tus múltiples obligaciones, l’académie y las miles de páginas abiertas esperando tu encuentro, un par de minutos, no más, te tomará leer esta breve carta. Para mí ha sido un pequeño ejercicio de reflexión y encuentre o no una respuesta, ha valido la pena. Me hubiera encantado transitar por esta vía en tu milenario francés, pero es aún, un pendiente personal.
Un fuerte y transoceánico abrazo republicano,
Martín.
