Y ahora, ¿por qué carajo marchas?


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Ampliando una columna que publicara hace unos días, respecto a la posibilidad latente de perder la democracia -por más endeble y vulnerable que ésta sea en la actualidad- o como la calificara The Economist a principios de año, como “un régimen híbrido”, quiero hoy tratar de ahondar un poco más, pero desde la perspectiva de la participación ciudadana. Y como todos los hilos se entrelazan, la gran mayoría de peruanos y peruanas, ignora el real sentido de ese sistema de gobierno. Para esa mayoría, la democracia se agota en el sistema electoral. Y ahí empezamos con uno de esos hilos y el más grande de los errores. Paradójicamente, el sistema electoral peruano, sacó una calificación de notable en esa evaluación que la revista citada hiciera sobre el Perú en materia de democracia. Y es ese mismo sistema electoral el que hoy tiene un punto rojo sobre la frente. Porque se ha evidenciado esa terrible tendencia universal que existe por desconocer los resultados electorales, cuando éstos no resultan favorables para quien emprende la pataleta. Lo vimos en Estados Unidos, lo vimos en Brasil, se proyecta en Argentina (en palabras del propio candidato Milei) y lo vivimos en Perú. En todos los casos, toda demanda fue desestimada y por ahora por lo menos, solo en Estados unidos, Donald Trump enfrenta las consecuencias de sus actos. Dicho esto, ¿por qué el actual Congreso de la República ha puesto la mira en la Fiscalía de la Nación, el Jurado Nacional de Elecciones, la ONPE, el RENIEC y finalmente en la Junta Nacional de Justicia – JNJ? Más claro imposible.

Porque dado que en el 2021 esos órganos disfrutaban de la independencia y autonomía que la Constitución les provee, toda posibilidad de romper el orden constitucional les fue anulada. Así las cosas, en 2026 no les puede volver a pasar.

La institución del Congreso está plenamente facultada para investigar al Jurado Nacional de Elecciones, a la ONPE, hasta al mismo Banco Central de Reserva y por supuesto también a la Junta Nacional de Justicia. Sin embargo, la actual investigación, que pretende destituir a todos los magistrados en un solo acto por la supuesta comisión de falta grave, no es en lo absoluto comparable a la que en su momento descubriera la mafia de los “hermanitos”, por ejemplo. Porque hasta hoy, ni uno solo de los actos aludidos ha podido ser demostrado ni constituye falta grave. Se está tratando de crear una posverdad, que confunda a la ciudadanía sobre el verdadero motivo por el cual se intentar destituir a la JNJ. Y no es otra que, el nombrar a nuevos integrantes que les deban la vida y el cargo para que llegado el momento les paguen el favor. No es un tema de debate sobre el control institucional, es un tema promovido por personas con evidentes intereses particulares detrás, miembros de partidos políticos con carpetas fiscales abiertas, con denuncias por organización criminal, con líderes y directivos condenados o por condenar. El rechazo de 9 de cada 10 peruanos a este parlamento no es un tema ideológico, ni siquiera programático. Está plenamente sustentado en base a la utilización de los cargos públicos para seguir abriendo redes de corrupción que no solo les den impunidad, sino también mal habida fortuna. ¿Y cómo se viabiliza la corrupción?: con falta de control. Porque el modelo democrático no se basa solamente en un sistema de elecciones libres y voluntarias. El verdadero modelo democrático se sustenta sobre dos ejes fundamentales: la participación y la deliberación. Es decir, dar todas las condiciones necesarias para que la ciudadanía pueda participar en los asuntos públicos que le conciernen. Crear los espacios de deliberación para que los temas sean tratados y discutidos a todo nivel. Permitir la discrepancia y la crítica a las decisiones que tomen o puedan tomar los entes de gobierno. Las elecciones libres, son el punto de partida; la deliberación y participación, el modus operandi. Sin estás, cualquier funcionario legalmente elegido, puede devenir en un dictador (y no, las dictaduras no son la solución). Para ello basta solo ver el caso de Hugo Chávez. El que diga que un gobierno es democrático por el solo hecho de haber sido elegido en elecciones libres y universales, desconoce plenamente el fundamento del modelo democrático.

Otro de los medios que viabilizan la corrupción es la falta de educación. Porque en la medida en que la población carezca de educación, será plenamente manipulable. Porque mantener a la mayoría en niveles de pobreza y alejarlos del crecimiento y el desarrollo, facilita considerablemente la manipulación y por ende la corrupción. Por eso, cualquier intento por levantar los niveles educativos de un país, se verá siempre frustrado por quienes vean amenazadas sus redes de corrupción. Para poner un solo ejemplo de los miles que podríamos citar, el reponer a más de 14,000 maestros de educación pública que fueron cesados por no superar su evaluación, no es otra cosa que consolidar esas redes de corrupción anchando la puerta de la ignorancia y condenando a todos esos estudiantes al fracaso y con ello a la pobreza. Quien esté en contra de una educación de calidad, evidencia automáticamente su interés de control y manipulación de la ciudadanía y por ende su tendencia hacia la corrupción. Y el tema en el Perú dista considerablemente de ser ideológico aunque de ello nos quieran convencer. Las ideologías políticas en el Perú, prácticamente desaparecieron hace décadas. Son muy pocas las organizaciones que se sustentan sobre las mismas. Los ejes programáticos e ideológicos no pasan de dos o tres páginas en cualquier plan de gobierno, por eso al final del día, vemos a gobernantes elegidos bajo un modelo determinado, gobernando en las antípodas de su propia propuesta. Para muestra un botón, con la actual presidenta de la república, quien en su momento pidió el voto a sus compatriotas, bajo la bandera de Perú Libre, partido autodenominado marxista-leninista y ofreciendo una asamblea constituyente en cada plaza pública a la que fue; gobernando 14 meses como vicepresidenta y ministra de Pedro Castillo y hoy renegando de ello y ellos, como si nunca hubiera sido parte del plan de Cerrón y convirtiéndose al caer la noche, en una pieza más del ajedrez de los extremos antidemocráticos.

El Perú apunta nuevamente hacia modelos caudillistas, que tanto daño le hicieron en esa sangrienta etapa de construcción republicana. Hilando fino nuevamente, y considerando que la participación y deliberación sustentan la democracia, ¿por qué visto lo visto, la ciudadanía es silente, ajena y ausente? ¿Por ignorancia, por mediocridad, por complicidad, por apatía, por egoísmo? Pues un poco de todo la verdad. Claramente la marcha en defensa de la democracia que tuvo lugar el pasado sábado 16 lo demuestra. Una convocatoria pequeña, aunque corajuda, no es suficiente para conseguir los resultados. Y miles o millones de los ausentes, no entienden o no quieren entender la realidad. Peor aún, ven en toda marcha un escollo, un ruido al que quisieran acallar. Porque la protesta ciudadana en el Perú ha pasado a ser de una manifestación propia de la democracia a un enemigo que hay que combatir. Se ha convertido en un acto ruidoso y molesto que no queremos tener. ¿Y a quién entonces le conviene que cualquier manifestación multitudinaria no prospere? A esa misma red de corrupción.

Y esa falta de control también se manifiesta cuando se trata de silenciar a los medios de prensa, tradicionales o alternativos, o incluso a cualquier ciudadano que hoy, como sabemos, puede ser una fuente de información. Este mismo congreso pretende modificar el Código Penal para sancionar por instigación a delitos contra la seguridad y tranquilidad pública a cualquier medio de prensa o a ciudadanos que convoquen, cubran o informen sobre una manifestación, por más lícita y pacífica que ésta sea. La criminalización de la democracia en su máxima expresión.

El daño está hecho. El corte sangrante se ha consumado, pero el paciente aún vive. Está en nosotros ver al país desangrarse y dejar que esas redes de corrupción cumplan su cometido, o evitarlo. Cuando alguien te pregunte, ¿por qué carajo marchas ahora? y la respuesta sea, para defender la democracia, empieza por explicar qué es la democracia, por qué es importante y vital para el país y termina por sumar a ese amigo o amiga, en la próxima manifestación. Porque muchas más habrá, porque decenas más se van a necesitar. Las mafias que hoy nos gobiernan, no pueden ganar. No podemos ser tan egoístas, mediocres y conformistas. No podemos traicionar a la patria. No podemos claudicar. Van más de 200 años de intentar construir una república libre, que nos permita desarrollar nuestros propios proyectos de vida. Una república donde prime la libertad y la justicia, sin distinciones. Donde no falte agua en la casa, ni pan en la mesa. Una república de verdad.

Defender la democracia no es un tema de rojos, caviares, capitalistas, liberales o republicanos. En el Perú de hoy, es un tema de supervivencia, pero sobre todo, de decencia y dignidad.

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