A Molina lo conozco hace muchos años. A través de la música, la poesía, la pintura, la tertulia, el café, la fiesta, los huachos, las letras y la amistad. A Cisneros, a través de su obra, las referencias personales, los amigos en común, pero sobre todo a través de SQP.
De pronto, me llega un mensaje donde veo que ambos se juntan para compartir la mesa con unas cervezas en el recién estrenado programa La del Estribo, producido por Perú21TV y conducido por Molina. Dejé lo que estaba haciendo y sin dudarlo, puse Play.
Como era de esperarse, ninguno decepcionó. Un tono natural, fluido, que dejó a través de la pantalla, 30 minutos divertidos, pero sobre todo controversiales, por lo menos para mí.
Se trataron muchos temas de interés. Por ejemplo, en uno de ellos, Cisneros hace una afirmación con la que coincido plenamente y cito: me di cuenta con bastante vergüenza, de que muchos pasajes de ese blog, eran tremendamente machistas (haciendo referencia a su propio blog: Busco novia). Somos por formación machistas y racistas, es la educación que hemos recibido, termina sentenciando Cisneros.
Para mi, lo fuimos y lo somos, quizá hoy un poco más a solapadamente. Quizá a la gente le cueste más que antes, reconocerse como tal, le avergüence decir que lo es, pero en el fondo, lo es, aunque lo niegue. Sigue siendo un lastre que puede haber sido en algo subyugado, pero que aún nos acompaña y creo que por mucho tiempo más.
Luego la conversación discurre sobre el último libro de Cisneros, El mundo que vimos arder. Libro que leí apenas se publicó, como lo hice con La distancia que nos separa. Y entre idas y vueltas cae el primer tema que me hizo poner Stop.
Cisneros afirma: (…) hay gente que no sabe discriminar entre el sujeto, el ciudadano y el autor, el artista; y hace una referencia a la fallecida Premio Nobel de Literatura Alice Munro, quien acusó a su hija de mentir cuando en 2004 su esposo, Gerry Fremlin, fue acusado de abusar sexualmente de ella, a pesar de que él lo admitió.
Para Molina y Cisneros, indignarse con el autor (entendiendo a éste como un ente independiente al ser humano que hay detrás), es una tontería. Cisneros continúa: hay que hacer siempre la separación, la división, no tiene sentido lo otro (…) los libros, las obras, son siempre mejores que los autores. Molina coincide.
Tal cuestión no me es ajena, en lo absoluto. Me he cuestionado muchas veces sobre el hecho de hacer o no, tal división. Si es realmente válido por ejemplo, ver películas de quien fuera en su momento acusado de violación; o comprar y leer los libros de quien en su juventud, fuera condenado por asesinato o, simplemente disfrutar del arte producido por personas que más allá del artista, son personas que quisiera tener lo más lejos posible de mi entorno. Al final, mi conclusión es que no; no son personas distintas.
Creo en la necesidad imperiosa de crear conciencia y consecuencia, sobre todo esto último. Situación que no es nada fácil, por supuesto, pero que en suma, nos debe llevar por lo menos a cuestionar. No me imagino riendo a carcajadas y disfrutando una película cómica protagonizada por un personaje, que luego de grabar esas hilarantes escenas, vuelve a casa y golpea ferozmente a sus hijos. No son dos personas distintas, son la misma; es controversial, sí. Pero en este punto encuentro mi primera discrepancia.
Luego Molina vuelve a la novela y hace una reminiscencia al personaje principal, que es despedido de Radio Programas del Perú por sus ideas políticas y ello me da pie a lo siguiente. Y aquí debo hacer una diferencia. En el caso de ese personaje (o el personaje y el autor, no nos lo terminan de aclarar en la entrevista), ser censurado mediante un despido por sus opiniones políticas, es una cosa distinta, puesto que entra a tallar sin duda, la libertad de expresión, derecho medular en dicha profesión.
Sin embargo, Cisneros luego menciona: pero sí es verdad que por opiniones políticas se quebraron muchas relaciones; a lo que Molina comenta: para mí nunca debería ser un impedimento para sentarse y poderlo conversar; haciendo mención de las diferencias de opinión política. Cisneros: totalmente. Es terrible que las personas terminemos siendo identificadas por nuestros pensamientos políticos. (…) lo que verdaderamente nos define en la vida es, lo buenos padres que somos o intentamos ser (…) ¿al final que es uno, sus opiniones políticas?, no creo.
Y aquí mi segunda discrepancia. Me queda claro que para ambos, la política no es inherente a la persona, no somos ese Zoon politikón del que hablaba Aristóteles. Deduzco que para ambos, es solamente un elemento tangencial, secundario y superficial; puedo equivocarme en mi primera impresión por supuesto, pero es a la conclusión que llego de la conversación. Ambos creen que es algo que no nos define, como mencionó Cisneros; algo que es parte de nosotros, pero no nosotros. Personalmente, creo que la opinión política, basada sobre un conjunto de ideas relacionadas, es justamente una parte esencial del ser humano, en tanto que esa opinión política refiere a la concepción del orden de las cosas, las ideas y las personas.
Es nuestra forma de ver y validar el mundo.
Es estar a favor o en contra de determinados comportamientos. Me cuesta mucho creer que es posible considerar a una persona que valida el holocausto o las corrientes fascistas de la Europa del siglo XX, como una persona simpática, con quien podría tomarme unas cervezas, porque al final del día, es un tipo “agradable y buena gente”, más allá de sus opiniones políticas. Así como me costaría o me cuesta poder pasar un buen rato junto a alguien que cree que Hugo Chávez fue un personaje que le sumó mucho a Venezuela y Latinoamérica en general; o Daniel Ortega, o Fidel Castro o Jair Bolsonaro. Y hago referencia puntualmente a hechos o personajes concretos que sirven para ejemplificar la corriente de pensamiento.
Por supuesto que puedo y de hecho soy amigo, de personas cuyas ideas políticas difieren de las mías. Pero en ese caso hay siempre un punto de conexión, que es el fin y no el medio. Siempre he estado abierto a debatir el camino, cuando el fin que se persigue es el mismo: el bienestar común, el progreso y desarrollo de la humanidad, sin distinción. Si la ruta es el liberalismo clásico, el neoliberalismo, el republicanismo, el socialismo democrático, etc., al final es solo una forma de encontrar la mejor ruta, que a fin de cuentas buscará conseguir lo que ambas partes anhelamos.
En algo en lo que coincido con ambos, es en que siempre hay que sentarse a conversar, debatir y discutir. Cisneros menciona que: pasan cosas importantes cuando la gente se sienta a conversar. Coincido, por supuesto. Es la única forma. No hay manera alguna en que se puedan conseguir cambios y mejoras si no es a través del parlamento, del debate entendido siempre como un medio que nace de la apertura mental para estar dispuesto a escuchar e inclusive a cambiar. No se trata de debatir para convencer al otro. Se trata de exponer y sobre todo ser expuesto. Estresar las ideas de uno para ser confrontadas y a raíz de ello, validadas o rechazadas; por el otro, pero también por uno mismo.
Nuestra verdad será tal, mientras no descubramos que fue y es una mentira.
Ahora bien, ello es muy diferente en caso hablemos de las ideas o hablemos de las personas. Molina hace una referencia al libro de Cisneros, con respecto a la idea, errada para él, de incendiar puentes de conexión entre personas, en nombre de esas ideas o de esos políticos. Esta analogía, no es la misma. Si hablamos de “los políticos” o en general de personajes o líderes sociales que llevan a cabo tales o cuales políticas públicas, entonces el debate es más abierto. Porque sí creo que respaldar a una persona en un momento determinado, no te define políticamente (aunque obviamente dice mucho de uno), en tanto que esa persona a la cual respaldas, puede ser hoy de determinada manera y mañana de otra; personas que en su momento creían en determinadas ideas, pero luego, no más.
Todos mutamos y transformamos con los años nuestras ideas (algunas más profundas que otras). Transitamos por esa cuerda floja de la autodefinición. Pero una cosa es el yo y otra el ellos. Mis ideas me definen, las ideas de otros (aunque las comparta), no.
Cisneros trae a colación la famosa frase de Paul Valery: la guerra es una masacre entre gente que no se conoce, para provecho de gente que sí se conoce pero que no se masacra. Y acto seguido hace referencia a la lamentable situación que acosa la Franja de Gaza, situación a la que califica de genocidio. Me pregunto, ¿podríamos sentarnos a tomar una cerveza (entendiendo esto como un momento de ocio y relajo) con Benjamín Netanyahu?, personalmente creo que no.
Luego ambos discurren sobre forma y fondo, donde sí coincido. Y hacen referencia a la terminología para calificar ciertos hechos históricos de determinada manera. Para Cisneros lo que sucede en Palestina es un genocidio; para Molina no, son crímenes de guerra. Y lo mismo con el caso de Sendero Luminoso, si fue terrorismo o un conflicto armado. En este caso, sucede lo que menciono líneas arriba. El fondo, el fin, se asienta sobre una coincidencia. Ambos condenan categóricamente el horror y la masacre cometida por ese grupo terrorista, aunque la calificación de los hechos, tenga una denominación diferente. Y eso, increíblemente sí es algo que hoy en día en Perú, termina dividiendo mesas. Nos quedamos en la superficialidad (por las enormes ganas que tenemos los peruanos en dividirnos) cuando en realidad los puntos de conexión son mayores a los puntos de división.
De hecho hay mucho más por extraer de esa excelente conversación, pero no hay que abusar. Queda tinta en el tintero que en el momento correcto se tendrá que usar.
Días después, volví a escuchar la conversación y la volví a disfrutar. Un salud por más conversaciones como éstas. Me queda la del estribo.
Disfrútenla aquí: https://www.youtube.com/watch?v=vbgFrZR-zSo&t=831s
