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“Desde el siete de octubre, la guerra en Gaza ha matado a más periodistas que la guerra civil de los Estados Unidos, la Primera y la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea, la guerra de Vietnam, las guerras en Yugoslavia y la guerra en Afganistán, combinadas”. Esta cita proviene del Reporte: Costo de la Guerra, emitido por la Universidad de Brown, en Estados Unidos.
Este tema lo llevaba atragantado, como una lija en la garganta. Durante meses quedó ahí, en un rincón, mientras la rutina lo volvía paisaje y la indignación se adormecía como si fuese natural que la barbarie se repitiera.
El conflicto se desató tras los ataques terroristas de Hamás en Israel, el 7 de octubre de 2023, en los que fueron secuestradas 251 personas y murieron alrededor de 1,200. A partir de ahí, Israel desató el infierno en la tierra para la población gazatí.
En Gaza, 62,122 palestinos han muerto y 156,758 han resultado heridos. En Cisjordania, más de 1,000 palestinos muertos y 2,461 heridos.
En el conjunto de la guerra han muerto más de 200 trabajadores humanitarios (incluidos 179 de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo) y más de 200 periodistas y trabajadores de medios. El caso más reciente ocurrió hace muy poco, entre 25 y el 26 de agosto, en un doble ataque contra el hospital Nasser, donde asesinaron al menos a 20 personas, entre ellas 5 periodistas.
Como metodología, Israel promueve avances de tanques en vecindarios del norte y bombardeos intensos que generan constantes órdenes de evacuación. Según la ONU, se estima que hasta el 90% de los 2.1 millones de habitantes de Gaza ha sido desplazado al menos una vez. Persiste una grave necesidad de albergue, alimentos y atención médica. En ese marco de desplazamiento se han generado más de 2,018 muertos y 14,947 heridos entre personas que intentaban acceder a alimentos.
Un análisis de datos internos del ejército israelí, reportado por The Guardian, sugiere que aproximadamente el 83% de los palestinos fallecidos en Gaza serían civiles.
Cerrando esta andanada de cifras aterradoras, y dejo este dato como una espada afilada en el corazón, se ha reportado que en esta masacre más de 17,000 niños habrían muerto y 33,000 resultaron heridos durante los primeros 21 meses del conflicto (desde octubre de 2023 hasta julio de 2025).
El movimiento terrorista Hamás, que nace en diciembre de 1987, en los primeros días de la Primera Intifada —el levantamiento popular palestino contra la ocupación israelí en Gaza y Cisjordania—, fue fundado por Ahmed Yassin y Aziz al-Rantisi junto a otros líderes vinculados a la Hermandad Musulmana en Palestina. Ese surgimiento abrió la puerta al posible exterminio de la población palestina en la Franja.
Israel puede defenderse y combatir a Hamás. Está en su derecho. Los miembros de Hamás han atacado a población civil, han asesinado, violado y agredido a israelíes. Hamás debe pagar. Ahora bien, ¿en dónde encajan estos 50,000 niños asesinados o heridos, o estos 200 trabajadores humanitarios, o esos más de 200 periodistas exterminados?
Sobre Benjamín Netanyahu pesa una orden de detención desde el 21 de noviembre de 2024, emitida por la Corte Penal Internacional, lo cual implica que los 124 países que son parte del Estatuto de Roma —entre ellos Francia y Reino Unido— están legalmente obligados a arrestar a Netanyahu en caso de que ingrese a su territorio. Aun así, nada lo detiene.
Por todo esto y mucho más, no es tan difícil concluir que la ofensiva de Israel ha excedido, en toda medida, un acto de legítima defensa y se ha convertido en un acto de terrorismo de Estado con el fin de ocupar el territorio palestino a toda costa, desplazando y matando a la población que no logre huir, como sea posible.
Y no solo mediante el uso de las bombas y el fusil, sino también a través de un medio mucho más aterrador: Israel usa la “guerra del hambre” contra los palestinos en Gaza, porque desde los primeros días del conflicto en 2023 implementó políticas y acciones que privan deliberadamente a la población civil de alimentos, agua, combustible y medicinas, con el efecto de generar una hambruna masiva. Esto ha sido denunciado por organismos internacionales, la ONU y la Corte Penal Internacional (CPI), como un posible crimen de guerra.
Hasta agosto de 2025, 146 de los 193 países miembros de la ONU han reconocido formalmente a Palestina como Estado soberano. Pese a ello, Netanyahu sigue sin ser detenido. ¿Dónde radica entonces su poder? ¿Quién es ese cómplice silencioso —o no tan silencioso— que respalda sus acciones? ¿Por qué ningún organismo multilateral, por qué ninguna potencia mundial puede detener esta barbarie?
No sé qué pensaban los peruanos cuando la Alemania nazi perpetraba el Holocausto. No sé si los medios locales cubrían las noticias, si la población marchaba o se indignaba. Pero lo que sí puedo decir es que hoy, gran parte de la población peruana y mundial ignora, deliberadamente o no, este nuevo Holocausto del siglo XXI.
Esta atrocidad ha dejado de ser la defensa legítima de un estado contra un movimiento terrorista. Es sin lugar a duda, el intento de exterminio de toda una población, históricamente enfrentada por un territorio, que solo hace sentido, desde un enfoque clerical.
