El mejor aliado de Hugo Chávez fue la seudooposición que tuvo en la Asamblea Nacional Venezolana. No fueron los militares ni las poblaciones vulnerables cautivadas con el populismo asistencialista que implementó en los primeros años. Una oposición fragmentada, carente de toda inteligencia política y completamente desestructurada dieron carta libre para que el comandante se despache a sus anchas e implemente su “socialismo del siglo XXI”.
El mejor aliado que Pedro Castillo puede encontrar y de hecho está encontrando, es el Congreso. Es increíble que el partido de gobierno, con esa evidente improvisación, esté dando pasos más firmes en la consecución de sus objetivos, y que la oposición, desde la vereda de enfrente, siga de espaldas a la verdadera problemática que el Perú enfrenta. La mayoría sigue mirándose el ombligo (o la billetera) y solo algunos avanzan en solitario intentando fiscalizar, legislar o, por lo menos, trabajar en lo que sea que estén trabajando. La calle no ve avances. Transitar por el Perú sigue siendo un ejercicio enigmático, los precios suben, el empleo baja y la esperanza, en caída libre.