“En todas casas cuecen habas; y en la mía, a calderadas” dijo el hidalgo Don Quijote, pero en la nuestra la cosa ya es exageradamente vergonzosa. El marco electoral, ese que define la reglas sobre cómo elegir a nuestros gobernantes (lo que ello signifique a la luz de los hechos recientes), es sujeto de modificaciones en cada legislatura en función al interés de los congresistas, que es el interés de sus partidos, que es a su vez el interés de sus dueños, quienes finalmente obedecen al interés de sus bolsillos. En resumidas cuentas, el marco legal que regula las elecciones en el Perú, tiene sin lugar a dudas una fortísima influencia mercantilista que contamina plenamente el derecho ciudadano de elegir y ser elegido. Eso debe acabar ya. Ser elegido para ejercer un cargo público supone servir al interés ciudadano, no al interés personal y pese a que eso no es ninguna novedad, sí parece ser una costumbre adquirida y peor aún, aceptada.